Monday, November 29, 2010

RITUAL

Mi viejo solía decirme, - Hijo, si tus manos no lucen astilladas, ampolladas, o amoratadas entonces no has vivido lo suficiente.- Yo no discuto con eso, pero a una persona con baja autoestima no le ayudaría mucho. No intentaba acabar con mi vida aquella noche, pero si tenía muchos deseos de liberarme.

Aun así, no era mi decisión irme de este mundo todavía, algo me detuvo, pero no encuentro las palabras para explicarlo por ahora.

No era secreto que esta serie de cuasi trágicos eventos alimentara mi imaginación. El día tuvo un efecto catalizador en mi trabajo y era raro porque generalmente me sentia con mucho mas ánimos por las noches. Tal vez habría sido porque me recomendaron regular mis horas de sueño y porque he tenido que tomar mis medicamentos al pie de la letra. Ya me habían advertido hace tiempo pero soy muy propenso a contraer males respiratorios. A veces mientras más afligido me siento me es mas fácil hacer contacto con la mente inconsciente; cuando el resto de esta gran urbe está ocupada yo me relajo.

Ya el invierno se acercaba, por allá de las primeras semanas de noviembre. La lluvia no dejaba de parar pero el paisaje me resultaba agradable; el agua que chocaba contra las calles empedradas de la calle Mercer, la minúscula tienda de un tal señor Finnegan a quien le caía de vez en cuando para comprarle mas lienzos, pero solamente cuando definitivamente no tenia mejor elección. De hecho me hacía pasar las horas platicando sus anécdotas sobre como había cambiado muchísimo este barrio y que era un verdadera injsuticia que el capitalismo  había obligado a la comunidad artística a irse lentamente elevando la plusvalía de los edifcios, en fin. Este lugar sí que ha tenido varias caras; unas muy bellas otras muy escabrosas.



-Soy el conejo que se ha atravesado en tu camino, temeroso de la luz del día. Ya no vienes de visita, estoy postrado en cama.-

Ya que hube imprimado el espacio que ocupaba el lienzo el cual facilmente era dos veces más alto que yo de manera espontánea tomé pintura rojo oscuro como si fuera un niño jugando con lodo. Lo hacía  con tanto coraje, tanta pasión queriendo destruir algo, estaba increíblemente furioso, pero luego...caí de rodillas como si hubiese recordado algo terrible.

ADRIAN, TE ENCUENTRAS BIEN?, DIME...

- Pues, se supone que debí haberme sentido mejor después de esto, pero no tengo ni idea de lo que hice, qué opinas tú?-

- Vaya, esto sí que es nuevo. Bastante inocente, pero hay algo muy extraño en él, como algo místico, cómo lo llamas?-

- Ritual,-  le dije en voz baja, al parecer los protagonistas eran dos conejos, uno blanco el otro negro y como si se tratara de fuerzas opuestas luchaban entre sí. Estaban en un parque jugando con lo que parecía una especie de rayuela, pero ésta era en verdad particular. Parecía trazada con sangre y había diez círculos o esferas.

AH, YA VEO, DEBE SER EL ARBOL DE LA VIDA, LAS ESFERAS CONDUCEN HACIA DIOS, ya sabías algo del tema?

No, en realidad no. Pero me has dado mucho en qué pensar...

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