Wednesday, December 15, 2010

El topo en el túnel, eh...vaya que Edith gustaba de leer un montón de libros raros, algo que teníamos en común. Literalmente los devoraba en cuanto caían en sus manos, lo cual no me molestaba en absoluto, ella es el balance casi perfecto entre belleza e inteligencia. Digo casi porque me inquieta su timidez, algo que yo padecí por años.

En esta ocasión me indujo a ver este filme tan introspectivo como El Topo  y como mera excusa para alimentar mis neuronas. En circunstancias normales ni me hubiera llamado la atención pero qué se le va a hacer cuando vives en una comunidad tan cosmopolita.

Desde que era pequeño me clavé leyendo Watership Down pensando que los animales eran capaces de cualquier cosa por indefensos que parecieran, de hecho tenía pesadillas en las que el Conejo Negro de Inle vendría por mí. Es curioso cómo es que llevas algo dentro de tí por tanto tiempo pero no sabes ni cómo nombrarlo hasta que  llega el momento preciso.

Si he de tener algún don no me hace menos ni más que cualquier otra persona, simplemente es algo que te vuelve más sensible y que provoca que tus sentidos se agudizen, de esa manera te haces más sabio. Cuando mi amiguito Scraps siente la lluvia comienza a moverse de un lado a otro como loco, y yo podía sentir el peligro.

Verán, ahora que he estado acomodando estas imágenes de la infancia y de estos hechos recientes el sueño del pequeño mounstro pudo haberse referido a que yo era capaz de atraer a multitud de personajes curiosos; los necesitados y los avaros. Janie era de una de esas tantas voces que necesitaba escuchar bien ya que me había vuelto muy egoísta. Hace unos meses Edith estaba a punto de odiarme por estar tanto tiempo lejos de ella. Luego, ha sucedido una transformación.

Me tomé el tiempo de analizar un mundano horóscopo en línea y me mostró lo que era la Carta del Tarot del Día la cual era el Mago. Tenía algo de sentido porque simbólicamente había sacado a un conejo del sombrero. La pregunta es, qué es lo sigue para mí?

Cada que pasaba por el Balthazar su ambiente me hacía sentir muy a gusto, ya que sigue siendo una costumbre que los comensales anden de negro como yo, aunque confieso que a otros les parece muy intimidante. Y en este escenario cuasi europeo donde me disponía a conquistar el universo ahogándome en un buen vaso de Château Bernadotte, la cual tenía un suave dejo de uva Merlot. Estaba en compañía, quien lucía encantador, como siempre y directo al grano.

- Siento que esta no es una conversación habitual, mi querido Maus,-  decía mientras agitaba mi copa.

- Pues ciertamente tu famosa intuición no te ha traicionado, primor. Tengo una gran noticia para tí, una propuesta muy jugosa.-

- Diablos, empiezas a sonar como un maldito mafioso, a veces me pregunto si en verdad sigues en el mismo negocio,-  le dije riendo.

- No, no, escucha; hemos conseguido este lugar en Chelsea, mucho más grande y funcional, allí es donde ya te quisiera ver de una buena vez.-

Al parecer mi trabajo de pronto se volvió tan atractivo que ya era solicitado por mucho mejores clientes. SoHo estaba perdiendo fuerza a nivel internacional que muchos dueños de galerías se mudaron al distrito vecino, no que eso obligara a los artistas a unirse a esa caravana, pero resultaba mucho más sencillos en términos de logística y financieros.

- Y entonces qué con lo de anoche, eh?  No te agradó ver que aún late el corazón bohemio aquí aunque sea un poquito?-  seguí preguntando confundido.

- Es cierto, todo es tan conmovedor, pero si quieres aspirar a tener un emporio artístico como Hirst habrás de trabajar más duro que antes. Sólo piénsalo de esta manera, el enfant terrible de SoHo resultó ser todo un genio. Hay que diversificarse, invadir territorio desconocido, no más juegos.-

Lo que quiso decir realmente es que no dedicáramos a producir arte de manera masiva, y para ello necesitaba de un equipo de ensueño, gente de veras confiable.

Una vez después de ver una increíble exhibición de Jeff Koons descubrí que las ideas en realidad no le pertenecen a nadie. Hace un par de años más o menos tuve mi exposición individual llamada Black Cherry, en honor a una de mis más descaradas pinturas, ya que contaba con amplias connotaciones sexuales, además, es arte; puedes salirte con la tuya.

Había además algunos óleos a los cuales llamé Nosotros, los cuales consistían en imágenes de espejos de cuerpo completo como tema principal y diversas parejas retratadas en ellos. A la vez la sangre escurría por ellas. Algunas personas que pinté eran casi conocidas, otras eran completamente anónimas.

Así, ese recuerdo me devolvió al gran espejo de este bar donde estábamos Feivel y yo, en medio de un ambiente a lo parisino. Se me figuraba la escena fantasmagórica de Jack en El Resplandor hablando con el cantinero Lloyd:

- Beba usted, Señor Torrance.-

-Yo soy el tipo de persona a la cual le gusta saber quién le está invitando los tragos, Lloyd.- 

- No es algo de su incumbencia, Sr. Torrance, al no menos no por ahora.- 

- Lo que tú digas Lloyd, lo que tú digas!- 

Solamente faltaba que las paredes empezaran a sangrar...que la sangre corra pues!

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