Saturday, December 18, 2010

JUGUETE ROTO

Llego el lunes, lo que indicaba el inicio de semana y el de un gran caos, ya que tenía que empacar así como marcar mis pinturas para la exposición individual, y sí, la llamamos Traspatio al final, una decisión de última hora pero me salí con la mía; una forma muy agradable de iniciar una nueva página en mi vida, un genuino respiro de aire fresco. Esto también significaba una importante evolución. Tan sólo en unas semanas estaría listo para saltar hacia mi estudio, además este ambiente me estaba comenzando desesperar, sin mencionar que el costo también se había incrementado.

A Edith no le pareció muy agradable la idea de mudarse desde un principio, así que lo propuse muy cuidadosamente.

Cuando ella me conoció para variar fue durante una exhibición, mas todo fue, como dicen tan repentino, es decir, cómo iba a dejar pasar a una cosita tan bella así nada más? A la fecha sigo prendido de sus ojos azules tan expresivos, pero sobretodo de su increíble personalidad; tan ingenua, tan sencilla, casi el balance perfecto entre belleza e inteligencia.

Sucede que se encontraba con unas amigas y fue entre semana, de eso no hace mucho, algunos tres años, apenas ella se encontraba en su primer semestre de Psicologia en la New York University, precisamente del mismo escondrijo de donde salí yo situado en el corazón de Greenwich Village.

Se nota a leguas cuando no eres un buen observador de arte pues sientes que una obra es un gran rompecabezas esperando a ser resuelto. Hay aquellos quienes utilizan sus supuestos conocimientos básicos y creen que con ella ya pueden descrifrar lo que se les ponga encima; esos me divierten más que los inexpertos. Sin embargo, no importa que tanto sepa uno, el artista tiene ese gran poder para volver a sorprenderte. Espera lo inesperado, justo como Ava me lo dijo.

Edith analizaba cuidadosamente cada una de las piezas como si fueran manchas de tinta, pero cuando lo hacía se notaba que gesticulaba frecuentemente, por eso llama mi atención. Así que lo que hice fue acercarme a ella sigilosamente. Finalmente exclamó cuando vio un óleo y pastel a la cual llamaba Hogar y en realidad era sumamente abstracta pero semejaba un hoyo.

-Esta es increíble, nunca había visto algo así! - dijo Edith para sí misma. Y yo dije en voz baja, - Me alegra mucho que te guste ya que yo la hice.-  Volteó a verme algo sorprendida por salir así de la nada.

- Pero sabes, el verdadero mérito de la composición es la sensación de profundidad que transmite, no se queda realmente plana, - continuaba tratando de hacerme el interesante. -  Soy Adrian, Adrian Black, por cierto, pero el tipo que hizo esto está verdaderamente loco, así que más vale que te cuides si se cruza en tu camino.-

- Vaya, y qué tan loco está exactamente?-  preguntó Edith de brazos cruzados.

- Recuerdas al Sombrero Loco? Es mucho peor que él, pero no estamos todos un poco mal? Todos gozamos de un lado oscuro...-

- Soy Edith Paige, demente,- dijo, refiriéndose obviamente a mí.-

Lo que llamó la atención de ella al principio es que no era para nada como esas chicas esnob con las que me he topado por este barrio, era aparentemente como un libro abierto, sin misterios. Aun así, después de no sé cuántas citas, y muchos tragos me confesó que se había embarcado en esta tan clásica profesión porque reconoció que una parte de ella estaba profundamente dañada, y su fragilidad me hizo sentir acorralado.

Siempre termino atrayendo a gente dañada, ni sé todavía por qué.

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